Esclavitud, racismo, risas, tiros, litros de sangre falsa y esclavos negros con acento del Barrio del Carmen. Todo eso es lo que podrás encontrar en la nueva obra de Quentin Tarantino: Django Desencadenado.
¡ATENCION, ALERTA! ¡SPOILERS!
Tarantino vuelve con la segunda parte de su anunciada trilogía sobre matanzas indiscriminadas y crímenes contra la humanidad que hace 4 años abrió Malditos Bastardos (¿Cuál será la tercera y última? ¿Tal vez una sobre la Guerra Civil Española con un cada vez más inseparable de Tarantino Christoph Waltz encarnando a un Francisco Franco que nos explique en alguna escena como cocinar una buena tortilla de patatas?). Esta vez el escenario estaba cantado: Los Estados Unidos pre-Guerra Civil y el marco de la esclavitud.
La película (según mi opinión) es una gran película. Pero como siempre, hay unos peros (Si no de qué iba a tener yo un blog de estos, almas de cántaro).
El primer pero de todos está en el ya mencionado Christoph Waltz que, a pesar de ser un gran actor, no consigue abandonar el lastre que le supuso dar vida al coronel Hans Landa (quizás el mejor villano salido de la mente de Tarantino) y es que al ver a su personaje de un dentista metido a cazarrecompensas en la película Django Desencadenado no podemos quitarnos de la cabeza a este detective nazi que tanto disfrutamos en Malditos Bastardos: Sus gestos, su capacidad de deducción, la tranquilidad con la que maneja situaciones complicadas (y que pierde al final de la película, al igual que Hans Landa). Ojo, que no estoy diciendo que el muchacho lo haga mal, todo lo contrario, está sublime, pero recuerda mucho a su anterior personaje tarantiniano. De los demás actores nada que decir, sublimes en sus papeles: Jamie Foxx clava al pobre Django; Samuel L. Jackson, siempre estupendo, da vida a un negro aburguesado; y Leonardo DiCrapio vuelven a dar en el clavo en su papel de dueño sureño de plantaciones y organizador de peleas de mandigos con los dientes algo destrozados por sus años de consumo de tabaco mascado y con una relación algo extraña con su hermana (¿Alguien dijo incesto? ¡Hay que ver, como son estos sureños!).
Otro punto negativo de la película era el super-anunciado e innecesario cameo de Quentin Tarantino, y es que todo lo que tiene el genio de la gran mandíbula de buen director y guionista, lo tiene de mal actor, el jodío. Si es que hasta la muela que tiene el personaje de Christoph Waltz en lo alto de su carromato actúa mejor que él.
"No sé sujetar bien una pistola, pero me esfuerzo".
Y ya llegamos a lo peor de lo peor, algo que no tiene nada que ver con actuaciones, ni con montaje ni con nada: el doblaje de los personajes negros al español. Y es que, cuando hablan los personajes negros, además de presentar claros síntomas de un leve retraso mental, estos hablan... ¡Con acento murciano! Porque claro, ¿cómo se le va a ocurrir al director de doblaje doblar a los personajes negros con acento africano? ¡Eso es racista, hombre de Dios! Mucho mejor hacerlo con acento murciano, quitándole toda la seriedad a cualquier cosa que digan, por muy en serio que lo hagan (por lo menos en mi punto de vista, ya que soy murciano y me descojono del acento que por aquí resuena). Pues nada, ya lo sabéis, chavales: Si alguna vez viajáis en el tiempo y por casualidad acabáis en una plantación con esclavos negros, no os olvidéis de preguntarles la receta para cocinar unos buenos paparajotes.
"Acho, pijo, huevos. ¡Viva el Bando de la Huerta!".
Nada que añadir sobre todo lo demás. Lo mejor de la película, claramente, la banda sonora, escogida por el propio Tarantino que, como siempre, da en el blanco (jajaja, ¿lo pilláis? jajaja, matadme).
Como ya he dicho antes, para mi Django desencadenado es una gran película, pero esa es solo mi opinión y, como ya se sabe, las opiniones son como los culos, que todo el mundo tiene una y, al igual que yo disfruté como un enano viendo en el cine las aventuras y desventuras del pobre esclavo Django y su compañero cazarrecompensas alemán, mi compañero de asiento se aburrió como una ostra, incluso llegó a dormirse a mitad del metraje y soltando un sonoro cuesco que afortunadamente no se escuchó demasiado debido al ruido que había en la escena en la que se le escapó.
Nada más. Para terminar, al igual que os dije en la crítica de El Hobbit, las mejores ideas que obtuve viendo la película me las guardo para, cuando consiga capital y algún tonto que me subvencione, rodar mi propia película sobre Django, "Django desenganchado". Ya tengo el tema principal de la película y todo.
¡Nos vemos próximamente, Pedromkianos!
P.D.: La D de Django es muda. Por si no os habíais percatado aún.